Bueno. Esta es la primera entrada "oficial" a este blog. Estamos a pocas horas de empezar el confinamiento obligatorio y tengo un poco de sentimientos encontrados, por un lado siento tranquilidad de poder pasar este tiempo con mis padres, y por otro lado hace pocas horas fue descubierto el primer caso del virus chino en mi pueblo. Así que lo mejor para sobrellevar esta incertidumbre será contarles cómo viví mi primera pandemia
Antes de empezar debo aclarar que todo esto lo cuento como lo recuerdo así que los datos pueden ser un poco inexactos. Una vez aclarado esto, vamos al grano.
Corría el año 2009 cuando escuché por primera vez la palabra Pandemia. Las noticias hacían eco de una rara enfermedad que estaba afectando gente en varias partes del mundo. Se hablaba de algo llamado gripe porcina. La cual, curiosamente no era la primera vez que escuchaba nombrar ya que tenía una referencia de ello de mi infancia remota.
Después, con el paso de los días y hasta semanas se dijo que el nombre de esa influenza era H1n1. Esa historia ya la conocen, se expandió por muchas partes del mundo, mató varios cientos de personas y un día desapareció. Fin.
Pero esta historia no va de lo que fue la pandemia sino de cómo la viví. Fue una etapa muy dura de mi vida ya que la mayor parte del tiempo la pasé luchando por mi propia vida (Spoiler: No tuve H1n1) así que para organizar mejor la historia lo haré en forma de highlights de lo más importante que viví durante ese año que considero de los peores de mi vida (Spoiler 2: no habrá mucho sobre la Pandemia como tal)
El año comenzó sin novedades. Yo tenía 15 años y cursaba décimo grado en el colegio, la vida transcurrió normalmente durante los primeros meses hasta que al rededor del mes de marzo empecé a sentir ciertos malestares que, pese a ser algo fastidiosos no impidieron el desarrollo normal de mi vida académica y social. Con respecto a la mencionada Pandemia, se empezaban a escuchar noticias de que estaba afectando a muchas personas pero aún no era considerado como algo de suma importancia.
Abril: Uno de los primeros síntomas que experimenté fue el cansancio extremo. Solía llegar del colegio con muchas ganas de dormir, y de hecho lo hacía. Llegaba al rededor de las 2 Pm a casa y dormía hasta las 6 PM o más
Mayo: Aquí empezaron los verdaderos síntomas, Al cansancio que sentía, se sumaron ataques de tos demasiado fuertes que se desarrollaban en arcadas y ataques de vómito que no eran nada grave cuando tenía algo en el estómago, pero en las mañanas, sin haber desayunado eran terriblemente dolorosas.
A raíz de estos ataques de tos la gente me preguntaba si tenía la enfermedad del momento. La hasta entonces epidemia que estaba llenando titulares al rededor del planeta. En esos momentos era algo incierto ya que ni yo mismo sabía que tenía, desde aquí empieza una larga travesía de visitas infructuosas al hospital para tratar de descubrir lo que tenía realmente (Spoiler 3: fueron 3 meses para saber la verdad)
Junio: A medida que los síntomas avanzaban yo seguía mi vida académica, y los ataques de tos me provocaban ver figuras parpadeantes que no me permitían concentrar en lo que veía en clase ni en el colegio en general. Seguía yendo al médico sin resultado alguno y seguía llegando a casa cada vez más cansado. Esto desencadenó una pérdida de peso considerable en poco tiempo ya que en muchas ocasiones no almorzaba y cuando lo hacía la tos no permitía que se quedara adentro, y por supuesto caía rendido hasta entrada la noche. La esperanza que tenía era que las vacaciones de mitad de año estaban próximas y no tendría que preocuparme por las frías mañanas ni por tener que concentrarme en las clases cuando me costaba incluso mantenerme en pie.
Hay momentos históricos que cambian para siempre la humanidad, y la gente siempre te preguntará "Qué estabas haciendo cuando el hombre llegó a la luna?" o "Qué estabas haciendo cuando cayó el muro de Berlín"? Uno de esos momentos lo viví en medio de esa situación terrible que estaba viviendo. Y fue la muerte de Michael Jackson. Esa tarde jamás podré olvidarla ya que desperté con esa noticia después de una de mis terribles siestas, curiosamente esa noticia desplazaría por unos cuantos días a la que ya en esos momentos era considerada una Pandemia.
Julio: Los síntomas se intensificaban y con ellos las visitas al médico, en una de esas me dijeron que tenía una alergia, me mandaron vitaminas para detener la pérdida de peso y nada más. Mis padres tuvieron varias discusiones con las directivas del hospital para que hicieran algo. No sé qué pasó realmente, pero en un momento a alguno de los médicos se le encendió el bombillo y se le ocurrió ordenarme una radiografía de tórax donde finalmente se encaminaron a descubrir lo que tenía realmente.
Me mandaron a hacer un examen en el que debía toser y expulsar flemas en 3 frascos diferentes. Fue difícil porque debía hacerlo en ayunas y a estas alturas no tenía ni ganas de levantarme en la mañana sin embargo con un enorme esfuerzo lo hice y se enviaron las pruebas. La suerte estaba echada y en unos días lo sabría.
Sábado 1 de agosto. Como estaba de vacaciones indefinidas del colegio, mi madre tuvo una idea que resultaría beneficiosa, y es que viajaríamos a Cali ese mismo día.
durante los primeros días, los ataques de tos disminuyeron y el clima caliente me ayudó bastante a sentirme mejor. El problema venía en las noches al tratar de dormir. Fue ahí donde tuve la peor crisis de toda la enfermedad. La tos y el vomito me despertaron a mitad de la noche y no se detenían, al día siguiente llegarían los resultados y con ellos la esperanza de iniciar un tratamiento con el que podría ponerle fin al sufrimiento que me acompañaba desde hacía 5 meses.
Y el esperado momento llegó, en forma de llamada que mi mamá recibió entre lágrimas y decía que padecía Tuberculosis pulmonar. Una afección altamente tratable pero peligrosa sin el tratamiento adecuado, cosa que me estaba ocurriendo debido al pobre manejo dado en el hospital de mi pueblo.
Las vacaciones estaban a punto de terminar y en ese momento ya era claro que no podría regresar a clases, por lo que los profesores fueron bastante comprensivos y me enviaron trabajo para poder completar ese grado y no atrasarme.
El tratamiento fue bastante agresivo y extenso, casi 8 meses tomando pastillas tan fuertes que debía hacerlo con un lácteo, por lo que durante todo ese periodo me tomaba un yogurt diario (A partir de esto desarrollé una aversión por el yogurt saborizado incluso hasta el día de hoy).
Para ese entonces la Pandemia ya empezaba a debilitarse y la gente continuaba con su vida normal, excepto yo que debía desplazarme todos los días al hospital para recibir mi tratamiento y evidentemente debía hacerlo con tapabocas. Lo cual llamaba bastante la atención, uno de esos días fue bastante triste pues pasé por el estadio del pueblo donde pude ver a mis compañeros en clase de educación física y me moría de ganas por entrar y saludarlos pero algo me lo impidió y entre lágrimas regresé caminando a casa.
Septiembre: inicia el nuevo año escolar y pude retomar actividades a la par del tratamiento, poniéndole fin a una etapa bastante dura que me costó más de medio año de mi vida y mucho sufrimiento.
El punto de toda esta historia es que mi afección pulmonar previa me pone en riesgo ante la Pandemia actual que enfrenta el mundo. Quise contar esta historia a la par de la Pandemia que vivimos en ese tiempo para demostrar que efectivamente las pandemias pasan, pero cobran víctimas y nunca sabemos si podremos ser una de esas. Por lo que ahora más que nunca debemos tomar todas las medidas para evitar que pase a mayores. Estamos a pocas horas de iniciar un confinamiento obligatorio que debemos tomar muy en serio si queremos en el futuro recordar esto como un episodio más y no como toda la historia.
Quédate en casa
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